miércoles, 26 de diciembre de 2012

Como en casa

  Después de los bolos y los mejillones cojo el coche y me planto en la Virgen del Mar. No sale en ningún libro, pero veo complicado que haya algún atardecer más bello que el que se deja ver en los días claros al pasar la ermita. Un bocata de rabas del Carpanta y una cerveza fresquita mezclados con el decorado componen la merienda perfecta. Vuelvo al coche y conduzco hasta La Magdalena. Me siento en cualquier trozo de prau (no "césped", meseteños), el menos húmedo para no mancharme el culo más de lo que mi pachonería exige, y toco nuestra nuestra canción. Llevo la guitarra de vuelta al Corsa par evitar desagradables pérdidas y me doy un cole. A las 20:30. Cuando el agua está calentita pese a ser 4 de enero, porque el Sol lleva todo el día calentándola. Me seco y guitarreo un poquito más. Otra vez al coche y subo a Peña Cabarga. Mi lugar favorito del mundo. Es mágico contemplar cómo al lado de la mar se yergue un gigante, verde, como todo lo que hay alrededor, de 600 metros de altitud. Casi un pared que termino de escalar 10 minutos de gasolina después. Absorto, con algo entre los dedos, veo como la ciudad se duerme y se enciende al mismo tiempo. Bajo a la ciudad y en la Plaza de Italia me compro un helado de Regma de chocolate y mandarina. Disfruto de la vista del Cantábrico. El sonido del mar apoyado en la valla que separa el paseo de la arena. La serenidad de las parejas del alboroto de los críos disfrutando de las horas muertas. Paseo hasta el Corsita por última vez. Subo, cojo mi móvil y voy al YouTube. Conduzco. Disfruto del camino de vuelta. Al final van a tener razón: como en casa en ningún sitio.

  Pero esto no es estar en casa. Es sólo "como en casa". En casa sería lo mismo, pero en plural. Lo mismo, pero contigo.

3 comentarios:

  1. Creo que alguna vez te dije que, según mi punto de vista, a los madrileños nos falte un poquito de ese sentimiento de pertenencia, de amor a la tierra (o como quieras llamarlo) porque nos falta mar. Sí... definitivamente a los madrileños nos falta mar. Pero yo, madrileña de los pies a la cabeza, juego con ventaja. Y es que yo sí tengo mar... En realidad un poquito, pero mucho si tenemos en cuenta de donde vengo. El poco mar que tengo me lo has dado tú.
    Por eso yo no encuentro mi casa (al menos de manera plena) en un paseo por El Retiro o en un atardecer en el Templo de Debod... encuentro mi casa en tu voz cuando cantas, en las cuerdas de cualquier guitarra que tengan la suerte de sonar bajo tus dedos y en tus ojos cuando me miras.

    Te quiero.

    Pd: Sí. Soy la mujer de verde. Y sé que desvelar mi identidad no me hará vulnerable... Clark Kent es un aficionado.

    Pd2: Dile a tu tierruca que permanezca igual de guapa, que en unos días me tiene allí.

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  2. Tienes toda la razón del mundo, nuestra tierra tiene grandes paisajes de los cuales como dices, no salen en los libros pero son superbonitos, un abrazo.

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  3. Siempre es un buen motivo regresar a los sitios acordados a lomos de una canción: la música como destinó, la música como medio de transporte... También es cierto, como en casa, en pocos sitios...

    Un saludo

    Mario

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