martes, 29 de septiembre de 2009

El salto del Canguro


Cancellara, el búfalo suízo, resoplaba tirado veinte metros más allá de la meta de Medrisio. Calado de sudor. Dolido. El más fuerte había sido sólo quinto. Un poco más allá, Samuel Sánchez, el cuarto, y Valverde, noveno, se susurraban un par de confidencias. Y luego se abrazaban. Habían renunciado al éxito por respetar la fuga de Joaquim Rodríguez, su compañero, su gregario de siempre y ahora medallista. España se conformó con ese bronce. Enseguida llegó Freire, decimoquinto. Negaba con la cabeza: "Me han faltado fuerzas. ¿Quién ha ganado?" Y cuando le dijeron que "Evans", puso cara de asombro. Hasta la penúltia vuelta, Freire sintió que estaba en su Mundial, con el cuarto oro al alcance. En su casa, a sólo tres kilómetros de Colfrerio, donde vive. Pero no contaba con Evans, el australiano vecino de Stabio, más cerca aún de la meta, a apenas dos kilómetros. Evans había sido segundo dos veces en el Tour y un pinchazo le apartó de la pasada Vuelta. Logró siete medallas en los mundiales de Mountain Bike, pero ninguna de oro. Evans nunca gana. Ese lema era su losa. "Hoy al fin he tenido fortuna". Y el oro que merecía.
El Mundial suízo era como una etapa de montaña: 32 subidas. Tan duro que asustó. El miedo amortiguó el inicio de la carrera. Todos guardaron las espuelas hasta las dos vueltas finales. Sólo Italia perdió los nervio. Metió en una fuga a Visconti, Ballan y Scarponni, y sin querer, catapultó a Joaquim Rodríguez, agazapado en la escapada. Vigilante. Detrás, Juanma Gárate, el capitán español, imponía la calma. Que tiren otros. Y tiró Australia, el grupo de Evans y Gerrans. España no se gastaba ni delante ni detrás. A resguardo. A esperar los dos últimos pasos por las cuestas de Acua Fresca y Novazzano, allí donde Merckx ganó el Mundial de 1971.
Y allí bufó Cancellara. En el penúltimo giro. Rompió la cuerda del pelotón. El circuito era tan creul que cualquier tramo era bueno para el destrozo. En veinte pedaladas, el suízo se deshizo de todos los sprinters. Incluso de Freire. "He tratado de meterme en los cortes, pero...", dijo el cántabro. Quiso coger ventaja antes de la embestida del búfalo y no pudo. La estampida le pasó por encima. Cancellara, amarrado por Samuel, redujo el grupo a ocho. Ocho, más Joaquim Rodríguez. El úncio rescate de la fuga. Tres medallas en juego entre tres españoles (Joaquim, Valverde y Samuel) y seis rivales (Cancellara, Kolobnev, Gilbert, Breschel, Evans y Cunego, el único italiano ya en liza). La proporción sabía a éxito.
Ahí, como dice Garate, se "mezclan las cartas". El destino cogió tres. Las levantó. Eran las de Evans, Kolobnev y Joaquim. "Purito" como le conocen sus compañeros, pillo, sorteó una isleta y trazó por el lado más breve una curva. Kolobnev y Evans se unieron al catalán. La emisora interna de la selección habló. Valverde dio órdenes: "Purito, vete con Evans". En el reparto de la baraja, Valverde se había quedado a controlar a Cunego, el peligroso, mientras que Samuel cogía a Cancellara, la bestia. "En ese momento, ya no nos convenía volver a mezclar las cartas. Había tres por delante, eran medalla. Y uno era Joaquim", sentenció Gárate.
Y otro era Evans. El australiano gafado. Hasta ayer. Se marchó casi en silencio, en un falso llano. Kolobnev y Purito sólo le vieron alejarse. Diez, venite, treinta metros. Suficiente. Evans subió luego la cuesta de Novazzaro con el plato grande. Atornillando los pedales. Tremendo. Inalcanzable. A Evans le pusieron de nombre Cadel por un viejo guerrero galés. Creció salvaje, en el rancho. A solas con su madre. Un vaquero australiano. Con seis años, una yegua le metió una coz en la cabeza. Estuvo una semana en coma. En el fondo, nunca regresó del todo. Creció introvertido. Salvaje. Insumiso. Poco sociable. Un indio que encontró su montura en el Mountain Bike. Y al que Aldo Sasse, el gran preparador del equipo Mapei, descubrió. Le reconvirtió en ciclista de carretera y le enseñó modales.
Con él, Australia madrugó para ver el Tour y para asistir a cada una de las decepciones de su ídolo. Batido por Sastre en 2008 y por Contador, que paenas le sacó 23 segundos en el Tour de 2007. Ayer, por fin, cambiaron las líneas de su mano. Ni Kolobnev ni Purito le siguieron. "Iba muerto", dijo el catalán, la baza más débil del trío español. Tampoco los dos más sólidos, Valverde y Samuerl, se decidieron a atraparle. Al cruzar la meta, los dos líderes españoles se susurraban al oído. Habían perdido una oportunidad. Pero se abrazaron. Valía la pena si eso premiaba a su amigo "Purito" con una medalla. De broce para España, ycomo si fuera de oro para Joaquim.

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